¿Se encuentra el cine de terror oriental en crisis?

    Muchos recordamos aquellos fines de los 90´s e inicios de los 2000 en los que llegaban a nosotros las películas que, dos décadas después, seguimos revisitando, pensando y que se transformarían en la medida de lo que vino después. Y no se trata de que lo que vino después sea malo, en los últimos 20 años tenemos excelentes películas de terror. Se trata de si aquello que pareció ser una especie de movimiento, que excedía los límites de un país para convertirse en un fenómeno regional, fue disolviéndose entre producciones cada vez más espaciadas y, en algunos casos, con argumentos más superficiales. El hecho de que algunas de las películas ícono de este momento del cine oriental hayan contado con segundas y terceras partes también muestra que el argumento era lo suficientemente denso y rico como para permitir que sus secuelas siguieran siendo lo suficientemente complejas como para mantenernos conteniendo la respiración.


    Por supuesto, hubo un Ju-on o un Ringu y no todas las películas pueden -ni deberían- ser iguales a estas; pero el punto es si la densidad (sea por la cantidad de películas editadas por año como por la complejidad argumental) encuentra un parecido en los 20 o 25 años que han transcurrido desde aquel entonces hasta hoy. Tal vez, aquello que me ha dejado Japón, China, Korea y Thailandia en los últimos 20 años sea lo que se puede dar después del boom. Y bienvenido sea. Repito: hay excelentes películas hechas en estos años pero... tal vez nos juegue en contra la nostalgia. Puede ser. 


   ¿Se produce menos? Los datos parecieran demostrar que no es un problema de cantidad sino, tal vez, de un agotamiento que está viviendo el cine de terror a nivel general. La pregunta podría ser, dejando de lado las remakes, de cuántas formas podemos contar que un espíritu movido por la ira habita en nuestra casa o que una enfermedad desata una epidemia que hace que los muertos vuelvan a la vida pero limitados a maquinas hambrientas de carne humana. Lo cierto es que, desde la Antigüedad, las temáticas en torno a las que gira la literatura, el teatro y, más recientemente, el cine son siempre las mismas: amor, odio, venganza, codicia y, en definitiva, el bien y el mal. Sin embargo, las formas para poner estos temas en tensión es lo que hace que una obra conmueva y un artista pueda preciarse como tal. Los temas no pueden agotarse porque los ánimos y los temores, las pasiones y los deseos, que nos mueven son los mismos que las de nuestros antepasados más remotos y estos temas, por lo tanto, nos siguen convocando. ¿Entonces qué falla? ¿Hay algo que falla o es solo mi parecer?     

    

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