En Ugetsu encontramos tanto los fundamentos como los tópicos que buena parte del cine de terror japonés (y no solo) desarrollarán hasta nuestros días. Tanto Ringu como Exhuma, solo por citar dos casos contemporáneos de renombre, tienen en Ugetsu un antepasado común. Por supuesto se trata de un film en blanco y negro y conviene recordar que nos encontramos a muy pocos años de lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki pero aún más reciente es la ocupación norteamericana, la cual finalizó en 1952, un año antes del estreno de Ugetsu. Las razones por las que esto es importante se pueden resumir en el hecho de que la ocupación norteamericana se centró, fundamentalmente, en disolver el sistema social y religioso (Shinto) en la que tradicionalmente se basaba la sociedad japonesa. Vencidos en la guerra, humillados en su propio territorio y sedimentados algunos de los pilares espirituales y religiosos tradicionales, los japoneses se vieron invadidos por conceptos propios del mundo occidental centrados en el individualismo y el consumo. En una sociedad en la que hasta hace pocos años lo comunitario lo era todo y el morir por la nación y el Emperador constituía un mandamiento básico para cualquier japonés, la irrupción de los valores propios de la democracia y el consumo occidental provocaron una gran crisis que, en varios aspectos, sirven para explicar mucho de la sociedad japonesa actual pero también para entender su cine.

Ugetsu plantea muchos de los problemas y los cambios a los que tiene que enfrentarse el Japón de aquellos días: el gusto por la apariencia y el consumo así como al hecho de que la guerra vuelve loca o cambia a las personas. Pero también planteará una duda que no podía decirse durante los años de ocupación: el volver a las formas tradicionales de sociedad y a su sistema de creencias. Por ejemplo, uno de los protagonistas (Tōbei) desea convertirse en Samurai, es decir, uno de los símbolos más fuertes del Japón feudal y, precisamente, de los más combatidos por la ocupación en los años de post-guerra.
Sin dudas Ugetsu es una verdadera joya del cine por todos estos motivos y también hay que destacar su fotografía la cual es digna de estudio. Pero no debemos olvidar que también nos encontramos ante un clásico del terror japonés y el solo verla nos hará comprender mucho del cine que vino después.
A partir de aquí hablaré del argumento del film por lo que, si piensas verla, tal vez prefieras no seguir leyendo.

Genjūrō es el hermano de Tōbei quien parte en un largo viaje para vender cerámica. Atrás queda su esposa (Miyagi) y su hijo. Durante su viaje, Genjūrō se encuentra con Lady Wakasa cuya belleza y riqueza se hacen evidentes desde el primer momento. Genjūrō recibe un pedido de cerámica que debe ser entregado en la casa de Lady Wakasa pero, una vez allí, le será imposible escapar. Lady Wakasa lo hechiza y hace de él una especie de sirviente que debe obedecerla y complacerla cada vez que ella lo requiera. La trama se desarrolla de manera magistral y en algunos momentos nos encontramos con verdaderas perlas del cine como, por ejemplo, cuando se hace saber a Genjūrō que la voz espectral que escucha en la casa es del espíritu del padre de Lady Wakasa quien comparte la alegría de la hija cantando. Luego de probar el éxtasis y la opulencia que le proporcionaba el hechizo de Lady Wakasa, Genjūrō se encuentra con una persona que le advierte que lo que está viviendo no es real. Él se encuentra conjurado y Lady Wakasa es un alma en pena. El hombre le ofrece a Genjūrō protegerlo contra el poder de Lady Wakasa pintando palabras rituales budistas en su cuerpo. En el próximo encuentro entre los amantes, Lady Wakasa no podrá acercarse a él y es en ese momento que la sirvienta de ella le explica que tanto ella como su ama son almas en pena. La sirvienta sigue cuidando el alma de una niña muerta que no llegó en vida a conocer el amor y ese es el origen de su penar. Genjūrō, liberado del hechizo, decide rechazar a Wakasa y volver a su hogar.

Hacia el final, Genjūrō llega finalmente a su casa y allí encuentra a su mujer cuidando al pequeño mientras duerme. Marido y mujer se dicen palabras de alegría y amor mientras él se muestra arrepentido por haberse alejado y por ser ambicioso mientras le promete al hijo dormido que jamás volverá a separarse de él. Al despertar a la mañana siguiente, un hombre le informa a Genjūrō que se alegra mucho de verlo de regreso y de que su hijo se encuentre bien y agrega que si Miyagi no hubiese sido asesinada hace tiempo seguramente estaría muy feliz de tener a su marido nuevamente en casa. El impecable final lo aportan las palabras del espíritu de Miyagi pero eso queda para quienes quieran ver la película.
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